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Artículo de opinión del Dtr. Manuel Ribera Odontología 18/06/2021
Después de más de un año de pandemia, inmersos en un mar de desesperanza, sorteando olas de contagios y sufriendo las con-secuencias como náufragos de un imaginario hundimiento colectivo, parece ya que a lo lejos se vislumbra la tierra salvadora. La verdad es que, al igual que muchos otros sectores de la población, nuestra profesión ha su-frido en propias carnes el hundimiento de la situación social que vivíamos a principios del año pasado. Ahora, aunque seguimos con el agua aún revuelta, vamos aferrados al salvavidas de la va-cuna y ya se atisba entre neblinas la proximidad de la costa.
El sistema sanitario público en su conjunto ha estado sometido a un estrés que le ha llevado al borde de la ruptura. Difícil sería justificar las razones por las que. pese a todos los pesares, hemos ido capeando el temporal, no sin acusar terribles pérdidas en-tre pacientes y profesionales. Si tuviera que enumerar alguna, desde luego empezaría por la enorme capacidad de resiliencia que han demostrado los sanitarios manteniendo el tipo, día a día, en condiciones realmente adversas y a costa de sacrificios personales. Los aplausos al atardecer no pueden pagar todo ese esfuerzo pero realmente son de agradecer. Tirando de refranero, es de bien nacido ser agradecido y a nadie le amarga un dulce.
Dicho eso, otro elemento a considerar, ha sido sin duda la colaboración en la lucha contra la pandemia de la sanidad privada con la pública. En un momento en que tanto se lleva la deriva hacia el frentismo, el contraponer los buenos con los malos, el ying contra el yang, el rojo con el azul y lo público con lo privado, la cruda realidad del virus ha puesto en evidencia la necesidad, más allá de ideologías o formas de pensar, de utilizar todos los recursos, del trabajo multidisciplinar y del aprovechamiento de las sinergias. Recientemente, en las redes sociales, se ha difundido el caso de Sandra Piñeiro, la remera sin remo de Orio. Se le rompió el remo de su trainera en plena competición y siguió manteniendo el ritmo para acabar ganando la carrera en un ejemplo de trabajo en equipo y resistencia. Sin ir más lejos, en nuestro caso, la odontología, de estructura eminentemente privada, ha mantenido el servicio a la población durante este malhadado tiempo, incluso entregando epis y material a la red pública en los primeros momentos. Ello prueba que el clásico enfrentamiento entre lo público y lo privado, enmarcado en una visión a lo Kipling de la sociedad estructurada como el “libro de la selva” y con la interesada tutela de Despeinado, Oxigenado, Ziggy y Dizzy, personajes de ficción pero que probablemente reconoceremos en el ecosistema que nos rodea, es algo francamente superable. El coronavirus ha sido un hito en ese aspecto.
La posibilidad de trabajar juntos en pro de la salud de la población no es capitalizable por un determinado grupo. Está en la raíz del juramento hipocrático se pertenezca al grupo profesional, social, político o económico al que se pertenezca. Los innegables perjuicios de esforzarse en enfrentar posiciones aprovechando la natural susceptibilidad del ser humano al comportamiento hostil del grupo es posible que beneficien a los buitres del sistema pero desde luego no favorecen a la colectividad.
Nuestra profesión ha sufrido en propias carnes el hundimiento de la situación social que vivíamos a principios del año pasado.
Un interesante experimento de los años 50 el “Experimento de Robber´s Cave” pone en evidencia lo que comentaba. Aunque el nombre haría pensar a los mas suspicaces que era un experimento político, en realidad era un experimento de psicología social que traído a nuestro tema observaba, en la interrelación de las personas, una primera fase de creación de grupos seguida de una segunda de establecimiento de fricciones entre ellos y una tercera de acercamiento e integración. El elemento catalizador del segundo paso al tercero, del enfrentamiento a la colaboración, fue y es la creación de un reto o la aparición de un enemigo común. Tenemos un enemigo común, que durante este tiempo ha sido el virus, pero ya desde antes, teníamos un reto común que es la salud de la población que obviamente es un derecho y que además no está exento, como todos los demás: vivienda, alimentación etc; de ser también un vehículo para ganarse la vida para un elevado número de personas que trabajan por dinero, no solo por dinero, pero no sin él.
Nuestra profesión puede aprovechar la circunstancia para integrarse más si cabe en esos grupos multidisciplinares de salud (pública y privada), para aumentar nuestra influencia y presencia en los órganos de decisión políticos, sociales, educativos… También para integrarnos en asociaciones profesionales, científicas y laborales más allá de los propios colegios profesionales. La deriva de la profesión requiere de órganos de representación: sindicatos y asociaciones de clínicas dentales, patronales del sector con una visión de integración de nuestros intereses con los de la salud de nuestros pacientes Probablemente también requiere aumentar la formación holística en medicina y en odontología que, obviamente, no tiene como destinatario el diente sino las personas.
Los sanitarios han demostrado una enorme capacidad de resiliencia, manteniendo el tipo día a día, en condiciones realmente adversas y a costa de sacrificios personales.
Es en ese contexto en el que la Gerodontología, como materia de odontología integral del paciente anciano, tiene un papel relevante e integrador especialmente después de la pandemia. En un momento en que se habla de especialidades odontológicas, hablar de Odontología Geriátrica es hacerlo de un área del conocimiento y a la vez de una especialidad de la Odontología, real desde el punto de vista académico y también desde el punto de vista profesional en algún país de América del Sur, aunque no en España, que basa su razón de ser en tres aspectos:
1.- La existencia de un interés social y sanitario en el desarrollo de una actividad específica centrada en la atención al paciente anciano,
2.- El que haya un incremento de los conocimientos, habilidades y actitudes que vayan más allá de la mera utilización de un técnica o un instrumento,
3.- Y por último que haya un número de Dentistas con dedicación profesional a los ancianos.
Estos tres aspectos se dan actual-mente en nuestro entorno: hay un creciente interés en la ancianidad acentuada por las circunstancias de la crisis sanitaria que estamos viviendo, hay un cuerpo de actividades, conocimientos y técnicas que son diferentes de las que utilizamos en el resto de población y por último, vista la realidad demográfica hay cada vez más gente de edad que se sienta en nuestros sillones.
Ha sido destacable la colaboración de la sanidad privada con la pública. Tenemos un enemigo común, que durante este tiempo ha sido el virus, pero ya desde antes, teníamos un reto común que es la salud de la población que obviamente es un derecho.
Es un momento óptimo, por ejemplo, para insistir que cuando se habla de medicalización de las Residencias de ancianos, pensando mayoritariamente en médicos y enfermeros, también se añada al odontólogo. Convertir las instituciones sociales de acogida de mayores en instituciones con un componente sanitario es una de las lecciones aprendidas. Hemos pagado un alto precio por la disociación entre salud y economía, entre lo social y lo sanitario. Ahora se habla de mejorar la calidad de vida del paciente anciano en estas residencias y desde luego ese es un objetivo común de médicos, enfermeros y dentistas, públicos y privados y es un momento dulce para pedir que se impulse la odontología geríátrica en las universidades, en los sistemas públicos de salud, en las consultas privadas y por supuesto en esas instituciones, creando en ellas la norma que pida la presencia de dentistas con conocimientos en odontogeriatría.
Es un momento óptimo para insistir que cuando se habla de medicalización de las Residencias de ancianos también se añada al odontólogo.
Por último y volviendo al inicio, la tercera razón que nos ha dado un hálito de esperanza durante este año y pico han sido las vacunas. Las hemos esperado y ahora que las empezamos a tener y vistas algunas actitudes negacionistas de una parte de la población, no podemos por menos que recordar al ínclito divulgador Isaac Asimov cuando nos decía que “el aspecto más triste de la vida en este preciso momento es ver como la ciencia reúne el conocimiento más rápido de lo que la sociedad reúne la sabiduría”.
El aspecto más triste de la vida en este preciso momento es ver como la ciencia reúne el conocimiento más rápido de lo que la sociedad reúne la sabiduría. Isaac Asimov.
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